martes, 25 de septiembre de 2012

Los dioses del miedo

 Una dosis de miedo para los dioses (ahora los dioses van a tener miedo de morir)


 Sin duda alguna la charla con Sopita me dejó el bocho maquinando a mil, durante días las preguntas y las respuestas corrían por este edificio derrumbado por los años, corrían por mi mente, jugaban a las escondidas, se perdían, se dormían, me dormían, me perdían. En fin, la charla a la que hago alusión es la que dio lugar a esta entrada, en la cual hacemos un breve análisis sobre el miedo, pero la cual no termina de ser del todo contundente.
 El miedo ¿Qué nos ha hecho el miedo? Nos ha llevado a ser pequeños gusanos miedosos, arrastrándose e implorando la benevolencia de seres inmortales. El miedo nos ha llevado a la creación de los dioses.

 La existencia de los dioses depende de un defecto, la recreación de la creación de seres superiores (en un loop ad infinitum) es una necesidad del hombre, es propia de su naturaleza, propia del miedo que actúa e influye sobre él.
 Los dioses crean porque su naturaleza es así, y su naturaleza es la propia naturaleza que el hombre le otorgó, y, en cierta forma, es la propia naturaleza del hombre. Es decir que los dioses "crean" porque nosotros creamos, los hicimos a nuestra imagen y semejanza, nosotros somos los dioses.
 Creamos a nuestras deidades por que no somos capaces de levantar el peso de nuestra propia espada para defendernos de nuestros monstruos, pero ellos son el monstruo a la vez, y por lo tanto nosotros somos el monstruo, somos el dios y el demonio. Somos los representantes del símbolo del tao, somos los representantes del equilibrio cósmico. Lo vemos así porque por naturaleza nos fijamos en ello y lo concebimos en nosotros mismos, el orden del tao está presente en toda la naturaleza, menos en el desequilibrado y esquizofrénico orden que el hombre ha creado.







"Cada uno será el director de su propio desfile de dolor y agravios, marcharemos con nuestra amargura. Y un día los ejércitos de amargura desfilarán todos en la misma dirección. Caminarán todos juntos y de ellos emanará el terror de la muerte."



 En primer instancia, los viejos dioses primitivos fueron creados por el miedo a lo desconocido, los antiguos humanos les rendían un culto de miedo, de temor. El temor a eso desconocido, a la vida después de la muerte, al poder del fuego y de los relámpagos, el temor a la furia destructiva de los mares, todo eso llevó a la humanidad a imponer una moral y unos códices basados en el miedo.
¿Cómo han nacido entonces los dioses? Alimentándose de nuestros miedos, de nuestras actitudes y sentimientos más oscuros y profundos, como la vanidad, el miedo, el odio. Se alimentan de todo aquello que nos lleva a pensar que somos inferiores, no somos tan inferiores, ni tan superiores (la egolatría es un cáncer), hay que buscar un término medio.


 Los dioses son vanidosos, y la vanidad es complejo de inferioridad, si nadie alaba su vanidad los vanidosos mueren.


 Pero los dioses no nacen porque si, a los dioses se los crea, se les genera desde nuestra psique, y obviamente desde la psique colectiva. Hemos impulsado nuestros miedos y nuestros sentimientos más egoístas, más oscuros, más estúpidos, los hemos impulsado con una fuerza casi inhumana, los hemos alzado con un poder magnífico, les hemos dotado de una personalidad individual, hemos creado a los dioses a nuestra imagen y semejanza.
 Los dioses son vanidosos, y la vanidad es un complejo de inferioridad. Los miedos de los hombres fueron depositados ahí, le dieron vida a sus defectos y los nombraron dioses, les rendían culto por temor a su poder (el poder natural que poseen la vanidad, la muerte, la mentira, la ambición, etc.) 
 Así los hombres crearon a sus dioses, a su imagen y semejanza. Así crearon a los monstruos vanidosos y los alabaron por miles de años, los monstruos eran sus miedos, los inmortales, los que tenían puño de hierro.
 Y la necesidad de redención, de tener una esperanza por más débil que sea fue depositada allí en el monstruo. El monstruo castiga y es amado, que juego tan sádico. 
 El hombre necesita creer en el monstruo que creó, le otorga poderes especiales. La víctima cree y alaba a su asesino, le otorga una moral y una conciencia independiente. Pero está errado, la estructura de su dios se erige sobre sus propios miedos, está condicionada por su moral y su conciencia. El hombre necesita creer que esa moral y esa conciencia es externa, la deposita en un ente imaginario, junto con sus miedos y su naturaleza. Entonces así se forma la gran máquina. Tu dios, tu creación, tu castigo: tú mismo. 
 No creaste a un ser inmortal, sólo le otorgaste una identidad (la cual pretende ser independiente) a un conjunto de miedos y características tuyas. Le temés a eso, lo respetás a tal punto de que no te importa sentirte totalmente vapuleado por sus golpes, seguís ahí chupándole el culo, pero en realidad te chupás el culo a vos mismo. Esa identidad es la mezcla de todos tus miedos y tus cualidades más egoístas, es tu peor enemigo, eso a lo que le tenés tanto miedo y no te animás a enfrentarte: vos mismo. Pero no te querés hacer cargo, entonces creas esa identidad y la ves como algo independiente de vos mismo, así creés que vos dependés de esa deidad que creaste ¡Pero nooooooo! Esa deidad, esa construcción tuya depende de vos, sin tus miedos no es nada, se alimenta de tu debilidad: sin miedos no hay dioses.






 El deicidio de los viejos dioses consiste tan solo en el olvido de éstos.


 Ya lo dice Fela "The secret of life is to have no fear". Es eso, sin miedos no hay dioses, sin miedo nos olvidamos de los dioses y cometemos el deicidio, eliminamos todo ese poder místico que nos lleva a ser seres tan primitivos.
 ¿Pero por qué deberíamos hacer esto? El miedo es un inhibidor de la acción, del pensamiento, el miedo nos paraliza, es la medusa que nos convierte en piedra. La evolución del hombre está condicionada por ese miedo, sin el miedo podríamos evolucionar a un nivel de conciencia más fuerte, más alto. Sin miedo podríamos llegar a caminar las sendas del conocimiento, nos bañaríamos en la fuente de la sabiduría, y despertaríamos el nacimiento del superhombre.

 La ausencia del miedo genera una enorme curiosidad por todas aquellas cosas que alguna vez podrían habernos ocasionado miedo. ¿Acaso no se le teme a la muerte y a saber qué hay más allá de nuestro campo visual?


 Así llegamos a nuestra conclusión "El secreto de la vida es no tener miedo". Sin miedo, no existen dioses, sin culpas no hay religiones, sin dioses ni religiones no tenemos obstáculos que impidan nuestra evolución, la senda hacia el superhombre es larga, y está llena de obstáculos. No sólo vemos como un obstáculo la creencia primitiva de los dioses, sino también vemos como obstáculos las estructuras de control y opresión que tejen las redes de poder (la religión, más específicamente la iglesia, el sistema capitalista, los sistemas políticos, etc.)
 Es todo un camino al cambio, y es el miedo al cambio también lo que nos impide movernos. Allí lo tienen, una vez más el miedo es lo que nos impide actuar ¿Entonces? Bien, quememos el miedo con la llama de la felicidad, depuremos los viejos fantasmas, liberémonos de todo lo que nos oprima, tomemos impulso hacia lo desconocido.
 Ya lo decía Terence McKenna: "Así es como se hace la magia: lanzándote hacia un abismo y descubriendo que es una cama de plumas."










 Un perfecto análisis benzodiacepínico ¿Viste que los dioses también sangran?

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